Criaturas de Papel

Existe una partitura en la que la música está servida de antemano. Previa a cualquier prueba, su música retumba en nuestros oídos y nos ensordece con el más austero de los sonidos. También hallamos en ella toda una poética de la radical incomprensión del género humano, el fiel retrato de nuestro tiempo y un surrealismo ineficaz que atenta directamente contra el orden social y moral que, al parecer, nunca ha conseguido establecerse en nuestra historia.

Si introducimos la cabeza en el interior de la partitura nos topamos con dos partes claramente diferenciadas: por un lado nos encontramos con las sinfonías que componen la parte rica de la lírica mundial actual, por otro lado tenemos las cacofonías correspondientes a la parte pobre. Musicalmente hablando entendamos la primera parte de esta partitura, que en nada se parece al Himno a la alegría de Beethoven, como el desliz del dedo al apretar el botón, el gatillo, el detonador… la segunda, desgraciadamente, es la explosión, el disparo en sí, la tierra hecha añicos como consecuencia de esa detonación, la muerte servida en bandeja de plata….Comenzando a aclarar las cosas entendamos que:

a. La poesía ha de servirnos para saber que los acontecimientos son irreversibles, como la muerte, y por eso la situación es de alarma y de tragedia. La escritura en general ha de cambiar sus coordenadas y recordar lo sucedido a fin de que los hechos no se repitan – la cual cosa supone también algo trágico que desguaza la integridad moral del hombre como sujeto social, abocado al recuerdo de su propia miseria -.

b. Los retratos han de reflejar los rostros, los gritos y los llantos. Han de perpetuarse en la memoria de nuestro tiempo y conseguir que el olvido no nos sea posible.

c. El surrealismo no ha de ser ineficaz y ha de hallar la forma de volver a ser el revulsivo que fue en otras etapas de la historia. Que su diálogo sea nuestro diálogo.

d. La música es la consecuencia de los puntos citados anteriormente y la partitura, en realidad, no está aún escrita aunque sepamos cuáles son los puntos de inflexión que la divide.

No pensemos en las víctimas ni en los destrozos. Hablar de niños muertos, madres destrozadas y partidas en dos por los senderos que traza la muerte – provocada por asuntos que tal vez a ellos no les incumba con la intensidad que nosotros creemos -… la falta de alimentos y medicinas, carencia de servicios médicos… no hablemos tampoco de todo aquello que conforma lo que desgraciadamente tan en desuso está, que casi nadie conoce y recibe el nombre de Derechos humanos. Dejemos de lado todo esto para centrarnos en el orgullo, en la imperiosa necesidad de venganza (también llamada “justicia infinita”), en la incapacidad para reconocer los errores del pasado entonces podremos considerarnos un poco más americanos.

En vista de los últimos acontecimientos que sobrevuelan, nunca mejor dicho, nuestro mundo, cualquier excusa es válida si lo que está en juego no es nuestro pellejo.

Jürgen Habermas, destacado filósofo alemán, destacó la importancia del discurso y el diálogo en su Teoría de la Acción Comunicativa. La desgracia, entendida como tal, en este asunto es un arma de doble filo: Resulta reconfortante la existencia de teorías que promuevan el diálogo social y moral dentro de nuestras sociedades a la par que el aspecto negativo de esto reside precisamente en que sólo son eso y nada más que eso: Teorías gramaticalmente perfectas pero en las que sólo se fijan aquellos que preparan tesis, realizan conferencias o quieren quedar bien frente a los del pueblo llano.

Entendamos que esta sucia guerra a la que nuestras miradas asisten perplejas es la música de nuestro tiempo. La partitura es nuestro cuerpo y las notas, las palabras, trazos y garabatos que en ella dormitan junto con nuestras quejas son los latidos de nuestro corazón en estado de arritmia. Hasta que la tinta, en vez de derramarse como si fuera sangre, consiga escribirnos no dejaremos de ser Criaturas de papel al acecho de esa tinta que nos cree como una realidad sólida. Hasta que ese momento no se dé no dejaremos de ser criaturas de papel…

Alejandro Luna

Escritor y filósofo